-¿Qué daño haría un caballero con la funda de su espada vacía? ¿Pará qué sirve un guerrero desarmado sino para su propia perdición?
Él lo miró fijamente. Y luego de levantarse del tronco donde estaba sentado, respondió.
-Un caballero no sólo es su espada: es su vigor, su honor, su lealtad. Y su presencia es de temer a los impíos.
El señor, atónito, dejó su copa en la arena mientras lo veía. Y así, el caballero, caminando hacia el horizonte, sentenció:
-Si sólo así les soy un problema, imagínate el peligro que seré cuando mi espada la termine de forjar.
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