domingo, 19 de abril de 2015

La agradable historia del águila y la urpi

Un águila proseguía con su vida. Tal día se le encontró en sus vuelos de rutina para conseguir comida para poder sobrevivir él y sus familiares. Iba cargando heridas de un luchador de la vida y aun así, con un vuelo pesado, proseguía su camino.

Pero... en esa oportunidad, divisó debajo de él: un puntito blanco volando. Le dio curiosidad ver qué era, por lo que descendió un poco su vuelo y le acercó un poco al punto de diferenciar que era: era una urpi, una palomita blanca volando en el cielo que compartían ellos y todos los animales voladores. Entonces, ni bien la vio, empezó a tener un tanto más de curiosidad. ¿Qué era eso? ¿Por que se veía tan especial? Parecía que tuviera algo...

...y se acercó más.

Descendió un poco más para acercarse a ver mejor, y pudo distinguir algo más: un bonito plumaje... Un plumaje digno de los tocados de un rey tribal. Un plumaje tan hermoso: tan blanquito, tan sedoso... Parecía una nube voladora. Vio además que volaba con una ramita en el pico. En ese instante, el águila sentenció en su mente que era lo más tierno y hermoso que había visto en su vida: nada se le podía equiparar. Nada era igual. Y en esa urpi veía la belleza y armonía de la Naturaleza, de las creaciones de Dios y de todo lo bueno que en este mundo habita.

Pues entonces, el águila decidió acercárcele más. Movido ya no solo por una gran curiosidad; sino también por un sentimiento, un extraño sentimiento que no distiguía qué era.

Al acercarse por última vez... quedó hipnotizado. Vio en esa palomita su vida entera, sus luchas, sus alegrías, sus tristezas, su duda, su determinación. Su ser convertido en nada, polvo, cero; y convertido, a la vez, en todo: todo eso reflejado en el lomo del pequeño ave tal como si fuera un espejo cristalino refinado. Vio, además, en ella aquello que había perdido hace mucho: la confianza y la fe en las cosas, y la esperanza en la vida y en las demás criaturas con las convive. Se sintió tan frágil al verla... se sintió de cristal, de porcelana, como si las alas de la urpi le regalaran su suavidad y su vuelo de paz.

Él águila... salió de sí. Ni siquiera había pensado en comérsela; mas bien... pensaba en otra cosa: que le gustaba estar cerca de esa palomita,  que se sentía vivo otra vez gracias a ella, que querías estar cerca de ella... que...
la quería
El águila,  entonces, se preguntó si esa criaturita tan celestial podría quererlo a él, si podría aguantar a un ser de su calaña. Si sería capaz de sobrellevar una vida con un ser severo, mordaz,,con la sangre en el ojo después de varias luchas en su vida... y volvió a ver a la palomita. Volvió a morir su mente en un silencio frágil y a notar que se sentía vivo cerca de ella, que quería estar cerca de ella... que...
la quería
que... algo más que quererla

De pronto, en medio de ese trance, la palomita se dio cuenta que la estaban observando. Él águila se dio cuenta de ello y se puso nervioso, a tambalear en su vuelo. La urpi volteó a ver a un águila con una expresión de cordura (a último momento). No se sentía amenazada, así que le sonrió y siguió su camino. El águila se sonrojó un poco, casi invisiblemente. Manteniendo las formas, siguió también su vuelo cerca de la urpi.

Por un momento, el águila olvidó el hambre, las heridas, las llagas, las obligaciones, el dolor y las preocupaciones de una vida alborotada y sangrienta. Se dijo que quería tener esta sensación de paz junto a esa palomita: que se sentía vivo de nuevo y con la esperanza de que hay un Dios allá arriba que maneja los hilos de la felicidad de sus criaturas; y esa urpi era su mensajera. Se dijo también que quería llevar una vida con esa su visión celestial, que quería cuidarla y hacer de su pecho su hogar, un cálido hogar. Que no quería que ella sufriera, que no quería verla tener preocupaciones, que él se encargaría de protegerla hasta que su vida se extinguiera en ello. Y supuso que, la palomita, con ese saludo alegre, no sería nada retraída: que a lo mejor pueda llevar y curar sus heridas de vida, que serían el gran complemento el uno al otro.

El águila prosiguió el vuelo cerca de la urpi, los dos sintiéndose bien; uno sintiéndose más grave que la otra, pero manteniendo su cordura. Prosiguieron su camino hacia el horizonte. Entonces, el águila se dio cuenta del sentimiento que sentía  cuando se acercaba a la palomita... Un sentimiento no nuevo, que le había traído sufrimiento en su momento, pero que siempre había sido sincero en él y que en esta oportunidad buscaría  concretar si o si: no solo quería estar cerca, no solo se dio cuenta de que la quería...

Se dio cuenta de algo más... de que la amaba.