martes, 29 de abril de 2014

Víctima

Entonces te hallas a ti y a tu no tan ligera mochila camino a casa. Vas pensando sobre tus problemas, tus dudas, tus pensamientos y tu mismo ser; así como de aquella canción que te gustó y la vas tarareando. Te encuentras en aquella calle, en aquella acera no tan segura de siempre, pero que conoces y te hace el camino de regreso más corto y más ameno.

Entonces, te cruzas con esas personas de siempre, les mandas saludos desde el otro lado de la calle. Saludas a tu pata, a su pata y al otro pata, y te das el lujo de regalarle el dulce que guardabas para tu casa al chiquillo que se te acercó. Es un niño, nada más. No hay nada de malo en dar un poco de amor al que lo necesita, verdá?

Entonces, te hallas solo de nuevo en tu camino. Te pones a pensar en lo que acaba de pasar. Te dices que son buenas personas que has conocido. Te vanaglorias de tu buena capacidad de reconocer buenos amigos cuando los ves... así como los de antes. Entonces te pones a pensar en los otros amigos: tus amigos del trabajo son buena gente y hacen que el lugar se vuelva ameno. Ni sientes que trabajas. Algunos sí se ponen pesados o reacios contigo, pero no son muchos. Sabes como tratarlos.

Te enfada el recordarlos.

Entonces, te acuerdas de tus otros amigos, los de la universidad. Buenos momentos con esos locos. Las clases se vuelven chéveres. Los profesores... ya sabes qué profe es genial y con cual hay que tener cuidado. A veces te jalan por así nomá... Y los otros creídos de por ahí. Esos que buscan hacerte bronca por las puras. O los que te restriegan el poco poder adquisitivo que tienes. O los que simplemente no sabes por qué se meten contigo.

Te enfadas un poco más... Piensas en como defenderte de ellos.

Entonces, te acuerdas de tus amigos del colegio. Piensas que todo era más feliz ahí. Tus primeros amigos, el choche con el que solías jugar ahí. Aquellos con los que hacías tonterías y te divertías. Más de una vez se escaparon de ese profe chinchoso. Compañeros de guerras contra otros idiotas. Además, los compañeros, los viajes, las salidas, la vida más fácil, tu primer amor... Y los idiotas que lo... lo... malograban.

Te enfadas bastante. Piensas como hacerles daño. Desde el chibolo que te metió cabe en el primer grado y te caíste directo en la puerta; pasando por ese weon que te malogró el detalle con esa flaca en la cafetería hasta por las otras chicas que pasaron por ahí a fregarte los papeles que debías entregar a la noche. Entonces, piensas que fuiste muy bueno, muy crédulo, que cómo así te dejaste hacer eso. Piensas que no sería suficiente defenderte de ellos, debes hacerles algo para que se den cuenta que contigo uno no se mete. Entonces, piensas con cólera.

Entonces, te hallas en tu soledad, en esa calle, en esa acera solitaria, pensando... maquinando en tu cabeza el cómo hacerles mucho daño.
Entonces... te pierdes en tus pensamientos de venganza.



Estaba ahí con mi causa fumando un porrito y en mis asuntos, cuando a la otra calle veo a una posible víctima. Iba solo y nosotros eramos dos y un punta más adentro, así que le dije si lo agarrábamos a ese weon de una vez. Iba con una mochila. A lo mejor tenía plata o una laptop. Ya lo había leído ya. A esta hora viene de estudiar. Y va a una pituca. Así que no era mala idea. Además, si taba aguja, lo podíamos dejar ahí molido en el suelo. No había pierde.

-Yara causa... pero altoke, que esta huevada ta fuerte.

Lo dejamos caminar como zombie por una cuadra más. Mi pata se adelantó y yo iba por atrás. el huevón ni se dio cuenta de que lo seguíamos. Dos cuadras y mi causa ya taba prácticamente sobre él. La otra punta venía un poco más atrás mío. Le dí mi plomo y le pedí su chaira un toke nomá. No iba a ser difícil. Mi pata lo paraba, yo lo agarraba del cuello y mi punta de campana.

Más fácil que la flakita de la esquina...

Mi pata caminó más lento. Se me subió la adrenalina. Tábamos durasos. Caminé rápido, volteó rápido y lo pecheo. Como que su cara me hizo ver que algo no iba tan bien. Me acerqué más rápido para agarrarle el cuello y mi pata lo cogoteaba.

No recuerdo nada después. Salvo como mi punta corría y unos ojos saltones muy abiertos con una rara expresión.

Esos ojos... daban miedo.



Entonces, te hallas a ti mismo con sangre en las manos. Entonces, te hallas a ti mismo masacrando a otros tres tipos que tuvieron la mala suerte de pasar por ahí. Entonces, estás ahí: sesgando vidas con rápidos movimientos de las manos, con rápido zarpazos, con mordidas profundas y una expresión desconocida; además de un extraña sensación de bienestar. Entonces, te encuentras golpeando, dañando y rompiendo cuerpos, huesos y tendones. Te hallas probando la sangre de aquellos tres tipos que pasaron por ahí. Entonces, todo lo que aprendiste no sirvió para nada: solo para destruir tres inútiles y ya inertes cuerpos.

Entonces... despiertas y te encuentras a ti como un detestable, indeseable y maldito monstruo. Entonces, notas lo que has hecho y ves los 3 cuerpos desfigurados en el suelo. No puedes diferenciar la sangre que ves por ahí: si tuya o si de esos cuerpos que yacen ahí tirados como hilachas de restos para perros. Y empiezas a gritar. Y gritas más y más. No sabes qué hacer. No sabes si pedir ayuda o gritar por horror, o gritar intentando salvarlos.

Y gritas aún más fuerte... Y te das cuenta, por fin, que no gritas ni por ti ni por ellos ni por nada. No gritas por el susto o el miedo de quizá haber sido interceptado para ser robado. Gritas... por el miedo.

Gritas por el miedo de haber dejado escapar aquello que duerme dentro tuyo. Y gritas más por el miedo a dejar que vuelva a salir.